martes, 22 de febrero de 2011

Esa noche...


Esa noche me 
senté a la orilla 
del río despacito 
sin ruidos, solo 
quería que mi 
llanto se perdiera 
en sus aguas. 
Cuando las penas de mi alma develan su 
misterio de amarguras lacerantes, como 
encendidas fraguas... La clara luna en el 
cielo destellaba su blanco vestido de 
novia primoroso, cuál sombría nube a mi 
mente llegaba nostálgicos recuerdos de 
mi vida amorosa... Junto a una lágrima 
que dolida caía, revivió en mí, la angustia 
de aquella despedida cuando en actitud, 
que al más valiente humillaría te marchaste, 
en las sombras confundida... Me sentí morir 
de impotencia y de dolor mi débil esperanza 
rodó por la pendiente, el jardín de mis 
amores perdió su color, mis pesares 
sollozaron bajo el puente... Hoy, que el 
tiempo ha curado las heridas de este 
corazón que te amó sin medidas, sabes, 
levanto y abro mis ojos hacia un nuevo 
horizonte y un hermoso mañana se 
dibuja en mi mente... Hoy comprendí 
que en el largo viaje de mi vida solo 
fue un recuerdo triste, y no te culpo... 
que el destino supo sembrar en mi 
camino, para entender la vida... 
Hoy comprendí, que en esta vida de 
las prisas: aunque el mundo viva 
ausente de sonrisas, aunque la luna 
dejara de alumbrar, aunque lastimen 
nuestras ansias de amar y el artista 
su dolor no pueda callar, la función 
debe continuar...

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