Así es que tu figura se va desvaneciendo poco a poco, despedazandose, despedazandote, no hay viento que se atreva a interferir, es de tu propia creación el desvanecerte, tú creas tu otoño, tú eres que siendo perenne fuiste soltando una a una tus hojas. Ral-Diablo
Hay que dejar ir a quién nunca ha estado... No hace falta
irse para no estar. Hay muchas maneras de ser impuntual e incluso de no
presentarse en la vida de alguien. La ausencia en la vida de quien te quiere es
algo que se elige. Entonces debemos plantearnos aquello de dejar de buscar
excusas para quedarnos y decir adiós o dejar ir.
Pero un adiós de esos que se visten con tilde y mayúsculas, y así cierran todos los huecos
por los que se pudiera volver a entrar. A cal y canto.
O sea, que
igual en vez de dejar ir lo que debemos aprender es a marcharnos nosotros
cuando vivimos en una situación que nos desgasta y no tiene solución.
Cuando eres
capaz de desligarte de algo que te ha aprisionado durante mucho tiempo
consigues aclarar tu mente y deshacerte de las ausencias que no comprendías y
mantenían tu vida pendiente de un hilo.
Crecer es aprender a decir adiós. Conseguir
decir adiós o dejar ir a quien nunca ha estado significa no retroceder, separar
lo que nos enriquece de lo que nos desgasta, cuidar nuestra propia valía y
dejar de arrastrarnos suplicando migajas de un amor que solo existe en nuestra
mente.
Cuando no hay
reciprocidad o la balanza se inclina hacia el dolor la relación pierde todo
sentido y, por lo tanto, lo único que consigue es que agonicemos a la espera
del sello que finiquite el final que estaba entretejiendo sus hilos.
En el momento
que soltemos nos daremos cuenta de que dar el paso y soltar significa
liberarnos, crecer y crear una nueva vida. Esa nueva atmósfera propiciará que
podamos sembrar nuevas emociones en un terreno que hasta entonces no era
fértil.
“Siempre es
preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer
en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del
resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como
quieras llamarlo.
Lo importante
es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
No podemos
estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo
que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser
niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes,
ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.
¡Los hechos
pasan y hay que dejarlos ir!”-Paulo Coelho-
Pensar que alguien siempre va a estar ahí es un gran error.
Hay veces que
las personas desaparecen de nuestra vida por momentos pensando que pueden
volver cuando les plazca, pues están seguros de que siempre estaremos aquí.
Pero eso no es así, todos merecemos un respeto y las ausencias tienen un alto
precio.
El amor ciego
no es garantía suficiente para que una relación prospere. Por eso a veces a las
historias de puntos suspensivos hay que quitarle dos y dejarlo en punto y
final. De ello depende nuestro bienestar emocional.
Es difícil
afrontar un adiós decisivo teniendo la certeza de que vamos a tener que luchar
para sanar la herida del abandono. Tenemos en el proceso por nuestra
autoestima, nuestra autoconfianza y nuestro bienestar.
Pero el
crecimiento implica cierta desorientación que nos puede angustiar. Tenemos que
ser conscientes de que parte del camino lo vamos a tener que recorrer de la
mano de la incertidumbre.
Esto no es
cómodo, pero merece la pena teniendo en cuenta que el intercambio dará como
resultado la reconstrucción de uno mismo y la armonía con nuestro interior. Se
trata de ser honestos y exigentes en nuestras compañías emocionales. No siempre
es fácil, pero lo necesario no siempre lo es.
Desapegarnos
de aquello que supone egoísmos, intereses y ausencias injustificadas nos
ayudará a comenzar una nueva etapa en nuestra vida, a sembrar y cosechar
sustento para nuestra autoestima y crecer emocionalmente.
Raquel Aldana
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