jueves, 21 de enero de 2016

Él y yo no éramos nada parecidos...


Él y yo no éramos nada parecidos, en nada. Él era de tiernos; yo de mandar todos al carajo. Él era un ángel y yo el demonio que lo sonsacó. Él mataba con su sonrisa y yo con mi silencio. Él era claridad y yo oscuridad, aunque la odiaba, aunque me aterrorizaba. Lo siento, cariño, ¿estás seguro de tu elección? Su piel era muy blanca y limpia, yo, por lo contrario, tenía cortes que quizás no se notaban pero ahí estaban, recordándome lo que un día fui; por lo que un día viví y morí. La manera de caminar no coincidía, mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual. Nuestras ideas eran diferentes, él daba frente; yo me escondía. Él muy seguro de lo que es; yo de mis inseguridades. Él escribía poesía; yo letras suicidas. ¿Nada en común, cariño? O casi nada, salvo por las edades. Quizás la música o el helado, las estrellas o la luna. Aunque sus manos parecían hechas como piezas exactas, encajaba la una con la otra. Él era como blanco; yo, negro. Él la tinta y yo el papel. Y lo más importante, Aquí estaba para él y el para mí.

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