Y usted señora, loca de amor, sí, usted me provoca, me perturba. Me arroja agua y sale corriendo. Tira la piedra y me acierta de raspón. Me espía en la oscuridad y me muestra la lengua, me putea, me cela, me atiza, invade mi alma, mi refugio. Me provoca entrando con bombos y platillos a mi corazón, pensando que no hay peligro, sin siquiera conocer la fuerza de mi mordida, el tamaño de mis caninos. Me provoca sin esperar la picada, sin saber que todavía no inventaron antídoto para este mi tipo de veneno…
Se vale estar triste a veces, estar roto de vez en cuando. Se vale no siempre ser la persona alegre que todos quieren. Se vale no querer hablar con nadie. Se vale dejar que el corazón llore hasta secarse. Se vale ser humano.
Pero sepa usted mi loca señora, que seguramente debe estar creyéndose que no la pienso, que ya no recuerdo aquel primer beso o cuando le dije que la amaba. Créame señora cuando le digo que su cintura aún me tiene loco, que mis manos no se detienen en las noches tratando de abrazarla, de sentirla de nuevo.
Porque esas buenas y malas noches que me llenan o me vacían de toda cordura, me dicen que pueden mentirme amor algunas veces, pueden decirme verdades que me duelan, pueden matarme cuando quieran. Pero, esas putas nunca me impedirán que la piense…
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