Me dijeron varias veces que quien ama perdona. Y solo perdona quién se sabe perdonar y que sólo es perdonado quién a sí mismo se perdona y perdonando se es perdonado.
Muchas fueron las veces que no pedí perdón, que no me disculpé, quedé con recelo, no por dejar de ser perdonado, sí con recelo de de colocarme en la humildad de aquel que pide al otro perdón.
Muchas fueron las veces que me pidieron perdón, no siempre con palabras, muchas veces con miradas inocentes, pequeños gestos y nuevamente receloso no perdoné, por creer que las causas de los desafectos perdurarían.
Esos instantes fueron enseñándome que el perdón es un acto de amor, tal vez el más simple y necesario. Hay mucha cosa en la vida que se presenta como algo desconocido, cosas que vivimos, porque vivirlas suple la obligación de darles sentido. Siento amor por todo lo que en mi despertó odio, rencor y tristezas. Un amor humano , que viene del corazón, que me enseña a cosechar, voy aprendiendo también que el amor es esta cosa repleta de contradicciones, porque amo que hiere mi amor, abrazo mi desamparo e ilumino lo que se me apunta como oscuridad. El amor no es una dádiva de los cielos, es nuestra extinta necesidad primitiva de aceptar el otro en su condición, sobre todo en la condición de no amarnos o de amarnos con tantas diferencias. El amor es el propio acto de perdón, el perdón no tiene valores, se perdona porque se ama y amando al otro perdonamos. Amar es correr todos los riesgos posibles de no ser amado y todavía así permanecer amando el desamor, pero también es correr el riesgo de ser amado y eso nos trae dificultades menores. El perdón es el ojo que que vé el pasado pero aprende a transformarlo.
Hoy me dió unas enormes ganas de decirle a mi humano cuanto lo perdono por todos los errores y pelotudeces cometidas, me dieron unas putas ganas de matar todos mis juzgamientos, de correr el riesgo de ser libre, libre mismo, porque nada me impide de seguir, de ser yo. También necesito perdonar, porque en este mismo momento puede estar tu corazón necesitando la levedad de este mi acto o al menos la dulzura mansa de mi mirada. Creo sí que perdonar es aprender a confiar en el tiempo, en el proceder, en las actitudes, creer que la transformación rige el universo y todos los seres. No niegues un abrazo a quién te lo negó en aquel instante en que más necesitabas de aquel abrazo, porque el tiempo que pasa y transforma suplementa aquella falta con el abrazo que apenas tú puedes dar. Amando se aprende a perdonar y perdonando se puede amar, pero sabes esas terribles ganas que tenía ya pasó y la vida me enseñó a creer que solo se perdona a quién realmente merece y que hay escalas de perdón, también que no se puede perdonar muchas veces el mismo infractor pues se torna vicio...
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