Manos... que nos traen para la vida y nos hacen llorar por la primera vez.
Manos... con las cuales nos ayudamos en nuestros primeros pasos.
Manos... que nos ayudan a levantar después de nuestra primera caída.
Manos... que nos acarician, pero que también nos disciplinan y corrigen.
Manos... que se besan en demostración de respeto.
Manos... que tocan otras manos en la llegada, pero con las cuales, ciertas veces apenas señalamos en el momento de la partida.
Manos... con las cuales te persignas cuando buscas protección divina.
Manos... unidas en oración o erguidas al cielo en señal de desespero.
Manos... que callan nuestras bocas o que son las voces y palabras de aquellos que viven en silencio.
Manos... esas que transmiten el conocimiento adquirido.
Manos... que transforman en realidad aquello que antes era un sueño.
Manos... extendidas de aquellos que piden y de aquellos que ofrecen ayuda.
Manos... cerradas paran el combate.
Manos... que hacen y tocan música y que también piden silencio.
Manos... que hacen la guerra, pero también piden paz y amor.
Manos... calladas, curtidas y embrutecidas por el trabajo duro, que también secan el sudor del rostro.
Manos... colocadas encima de los ojos cuando queremos ver a la distancia o que tapan nuestra visión de aquello que no nos agrada.
Manos... que sentencian o absuelven.
Manos... que salvan vidas mientras otras sofocan gargantas.
Manos... que húmedas denuncian nuestra inseguridad e inquietas nuestra impaciencia.
Manos... temblorosas indicando que la jornada se aproxima del final.
Manos... de aquellos desconocidos que nos cargan y nos acomodan en nuestra última morada.
Manos... todas tan simples, pero... de fundamental importancia.
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