miércoles, 20 de enero de 2010

PIONA Dende muy gurisita se te gana en la ropa y en el cuero ese tufo emperrao de las cocinas qu'es mestura de hoyín, de humo y de sebo, y atrás del que anda siempre'l macherío como perrada hambrienta atrás de un güeso. No bien los catorce años t'encarosan los pechos y la naciente redondés de'l'anca t'enyena el vestidito'e percal viejo, ya el algariao patrón, o el mayordomo, andan buscando ande tumbar tu cuerpo. Y en cuanto t'hincha el vientre'l primer hijo, ya se cren con derecho a un lugar en tu catre y en tu carne hasta los pobres piones galponeros, porque vos, infelís, sos en el campo láunica cosa que no tiene dueño. Cuasi no hay año que no echés al mundo un gurí rubio, amulatao o negro, porqu'en las noches emparejadoras se confunden los pelos, y más si son dos vidas solitarias las qu'entreveran sangre y sufrimiento. Uno aquí y otro ayá, por las estancias -pelusa'e cardo qu'esparrama el viento-, esos hijos sin padre se te quedan, mientras vos ves gastarse tu deseo de ajuntarlos un día en un rancho con sol, alegre y nuevo. Y así vas, de hombre en hombre, de cocina en cocina envejeciendo, hasta qu'inútil ya, descangayada, sin servir pal fregón ni pa los besos, terminás cuasi siempre tu esistencia cebando mate'n un quilombo'e pueblo!
Serafín J. García

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